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De la frontera Malasia-Tailandia al paraíso de Tonsai, toda una odisea.

A ver... para contar de Tonsai, lo que hasta ahora en vistas va ganando en la batalla de playas más pintorescas, deseo comentar la proeza que significó llega hasta allí. Ya desde el inicio, desde los días en que me sentaba con mapa y lonely planet en Perhentians, intentando decidir si iría a Koh Lipe o Tonsai como primer destino tailandés, se planteaba el problema de cruzar la frontera por el sector que dicha guía de viajes recomienda fervientemente no hacerlo. Aparentemente hace unos años hubo atentados en esa región, dado que es el sector mas extremada y/o ortodoxamente islámico de Tailandia. Sin deseo alguno de tomar avión para evitarlo, y para hacerlo de cualquier manera porque la curiosidad me podía, tuve siempre claro que accedería a mi nuevo destino por esa frontera.

Por otra parte, un comunicado del gobierno de Tailandia de apenas unos días antes de mi cruce, informaba de ciertos cambios en los arrivos por tierra a su país. Con datos ambiguos e inexactos, y con un mail de la embajada argentina que me decía que más alla de la legislación vigente, dependería  casi absolutamente del oficial de inmigraciones que me tocara, inflé mi pecho y lo cubrí con la camiseta celeste y blanca.

Una vez más, el argentinismo funcionó como lubricante aduanero, haciendo la charla amena más allá de las diferencias linguisticas. Sello al pasaporte, 86 días de permanencia permitida. ¡Welcome to Thailand! Algún que otro militar con enormes fusiles, pero más allá de eso, nada anormal. Llegado a suelo Thai, quedaba ir hacia la terminal de ómnibus a sacar pasaje a Krabi, lo cual no sería nada fácil. No por falta de medios para llegar, sino por exceso de orgullo de mi parte. Habiendo leído que la moto a la terminal tendría que costar unos 4 o 5 Rm, la sola mención de los conductores de que no irían por menos de 10RM, me hizo agudizar los  oídos, entornar los ojos, ajustar los cordones de las zapatillas, y ponerme a caminar sin siquiera saber cuan lejos estaba de la terminal.

A ojos de alguien racional, no tan orgulloso y/o tacaño, una burda estupidez lo mío. Sin embargo, para mi, en ese momento, algo totalmente lógico. La revolución también se hace caminando... o algo así. Y a caminar me puse, transpirando como hace tiempo no lo hacía; mediodía tailandés. Pronto averigué que 2.4km me separaban de la terminal. La gente local, al comprender que pretendía hacerlo a pie, me instaban a tomarme un Ojek, que estaba lejísimos. Yo totalmente resuelto a no dar el brazo a torcer, con mis deditos gesticulando que lo haría a pie, continuaba el paso cancino.

Así fue, luego de unos 40minutos caminando, empapado en mi propio sudor, llegué a la bendita terminal. Todo lo que había averiguado en cuanto a horarios de salida y disponibilidad de transporte, estaba errado. Sólo 3 buses diarios a Krabi: 7am, 8am, 17.30. Serían para ese momento casi las 13hs. Quedaba pagar y esperar. Con WIFI y puestitos para comprar comida, a esperar se ha dicho.

Allá por las 16.30 recordé un dato no menor: Tailandia está una hora adelantado a Malasia. Cuando pensaba que restaba un corta horita de espera, en realidad eran dos.

El colectivo llegó, y me sorprendió. El hacinamiento y la calidad que la lectura de blogs y los relatos de otros colegas viajeros me habían previsto en Tailandia, no se hacían ver en este paraíso motorizado. Asientos cómodos, espaciosos, aire acondicionado, casi puntual, un lujo. Fue un tiempo después cuando averigué el porque: los buses del gobierno son los de mejor calidad.

Con llegada estimada a las 4am aproximadamente, me propuse dormir cuanto pudiera, sabiendo que me esperaba un día de transportes y conexiones. Y como suele pasar, cuando menos conviene, el colectivo llega antes. 3.10 marcaba el reloj del celular, cuando el chofer vino a despertarme para gritarme al oído "Krabi... Krabi". Intentando entender qué estaba ocurriendo, miro hacia afuera y no veo más que casas y mucha oscuridad. Le respondo con un modesto "¿this is Krabi´s bus terminal?". "Yes yes, terminal", dice.

Bue, será que es acá. Bajo, el paraíso motorizado emprende la marcha, y el infierno sobreviene a mi vida (bueno, exagero un poco): nada abierto, ninguna señal de terminal, ni de otros colectivos. Un 7/11 a lo lejos, única señal de vida; hacia allí me dirijo. Compro un agua, pasta de diente, e intento preguntar como llegar al puerto de Krabi Town hacia Tonsai. Obviamente la cajera no cazaba una, se sonríe con el repositor que colocaba desodorantes en un estante. Resignado, vuelvo a salir, para encontrarme ahora con una débil lluvia, que duraría horas. Sin autos o motos en la calle, ni gente que me pudiera informar, me posé sobre un banquito, recostado sobre la mochila grande, abrazando a la pequeña, dispuesto a esperar. ¿Esperar qué? Una señal divina. O al menos, un taxi, ojek, o alguien que hablara algo de inglés.

Unas cuantas páginas después, y habiendo dormitado incómodamente, se me acerca un/a ladyboy -nombre dado a los hombres que se visten de mujer- a charlar. Mágicamente, hablaba un inglés más que correcto para hacerme entender que siendo las 5am, no me quedaba más que esperar una o dos horas hasta que empezara el movimiento, para dirigirme al puerto. Y esperar, esperé. Volví a leer, volvi a dormir. Se hicieron las 7.30. La ciudad ya vibraba, el ruido me despertó.

Taxi público -una camionetita con techo en la cabina, donde entran hasta 10 personas-, y al puerto fui. ¿Bote a Tonsai? Claro que si, aunque bueno, más o menos, sólo había a Railay, playa vecina a Tonsai. La primera de las dos noticias adversas; la otra era que había que esperar a que se llenara el bote. Casi dos horas tomó para que el motor del long tail boat rugiera, e izara velas al paraíso.


INFORMACION UTIL:

. Bus de Kuala Besut a Kota Bahru: 6RM, 2 horas y monedas. Bus de Kota Bahru a Rantau ___: 5.10RM, 1hr y 15 minutos.

. A una cuadra de la terminal hay un 7/11 con ATM.

. El colectivo de Sungai Kolok a Krabi costo 460 Baht.

. Por lo que voy viendo en Tailandia, los buses de gobierno son de lo mejor, que se consiguen comprando pasaje en la terminal. Los colectivos normales son también más que satisfactorios, más o menos espaciosos, pero siempre aceptables. Ahora bien, las mini van suelen estar repletas, o se llenan en el camino; apenas se puede dormir, y se viaja muy incómodo generalmente.
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Pulau Perhentians, pequeño paraíso

Pulau = Isla
Kecil = pequeña

Como leemos en este pantallazo etimológico digno de Mariano Grondona, este lugar es básicamente una pequeña isla. Se la puede caminar de punta a punta, de costado a costado. Esto tomára unas cuantas horas, pero es posible hacerlo. Yo, claramente, con el chip de playa colocado, dividí estas caminatas en varios días. El resto de mis atareadísimas jornadas lo ocupé buceando, haciendo snorkel, nadando, leyendo, y simplemente haciendo la nada misma.

Para dar un panorama de lo que fue mi día a día en esta isla de pequeña dimensión, aguas cristalinas y precios elevados, basta decir que no tomé una sola foto con la cámara reflex. Apenas un par de instantáneas con el celular, y el resto, puro registro del mundo submarino.






Ya desde la llegada al puerto se puede divisar lo claro del agua; pececitos por todos lados, corales, y un gran número de long tail boats -botes de cola larga, típicos en el sudeste asiático-. Cambiando zapatillas por ojotas -porque hay que saltar a la orilla como Cristobal Colón habrá saltado a las pristinas aguas de lo que ahora es Cuba-, pego un salto a Pulau Perhentians Kecil, lugar en el que pensaba quedarme cuatro días, y acabé permaneciendo por nueve.

Mochilas cargadas, con Sean a mi lado, comenzamos a caminar por Coral Bay en busca de precios. No obstante, la gente lugareña nos recomendó ir a Long Beach a buscar mejores precios, y eso hicimos. Pasando por unos centros de buceo, el café Ewans -uno de los pocos lugares con WIFI, con comida muy rica-, y unas subidas y bajadas, nos dirigimos camino al otro lado de la isla. Cansados por el viaje nocturno y el calor agobiante que ya golpeaba a tempranas horas de la mañana, terminamos pagando una noche en Bintang View, unos bungalows ubicados sobre una colina, con magnífica vista y una refrescante brisa marina. Sin electricidad durante el día, con baño afuera, con el restaurente que no servía comida y cerraba las puertas a las 19 y compartiendo cama matrimonial con Sean, decidimos quedarnos igualmente. La vista y la tranquilidad eran realmente alucinantes.





Como suelo hacer cada vez que llego a un lugar, apenas puse pie en Long Beach, sabiendo que tenía unos días por delante aquí, me propuse buscar lugares de comida rica y a buen precio, y averiguar por buceo y snorkel, para así comenzar a decidir qué sería de mi en Perhentians. Con buceos entre 23 y 30 dólares, dependiendo de la compañia y el dive spot, decidimos con Sean hacer un par de fun dives en Spicey Diver, a 70RM (23dlrs) por inmersión, el mejor precio en la isla. Con satisfactorios pero no sobresalientes instructores-dive masters, fue suficiente para disfrutar de dos bellísimos lugares de buceo: T3 y Pinnacle-The Temple. Este último es hasta el día de hoy el buceo más rico en cantidad y variedad de peces y corales que he hecho en mis 24 inmersiones.

Así transcurrieron mis primeros tres o cuatro días; dos buceos en dos días separados, mucho snorkel, horas de juegos y charlas en las calmas aguas, y abundante lectura. Por la noche, se trataba de comer unos Roti Canai -riquisimos panqueques- en Chill Out café, o un suculento fried rice en Ewans -el mejor que he probado en Malasia-, y luego dirigirnos al bar a elección, a no gastar en cerveza, y beber el ron o el vino comprados previamente en Penang, sabiendo que los precios en Perhentians eran más elevados.

Hechos los buceos, habiendo ido a los mejores lugares de snorkel, no me quedaba mucho por hacer... pero sentía que me quería quedar unos días más. Esto mezclado con la  gran cantidad de gente que me venía recomendando evitar hacer cursos en Koh Tao, dada la gran cantidad de gente que lo hace ahí, y la poca calidad de los cursos, me hizo tomar la súbita e intempestiva decisión de volverme un Advanced Open Water. Asi que a caminar la playa a preguntar precios y conocer cada lugar. Terminé optando, como suele ocurrir cuando los precios son los mismos, por el lugar donde mejor me cayó la gente.





Y así fue que por los dos dias siguientes bucée cinco veces más: night dive, deep dive, navigation dive, wreck dive y peak performance buoyancy (nocturno, uso de brújula, buceo en profundidad, barco hundido, perfeccionamiento de flotabilidad). El de profundidad y el de navegación fueron ejercicios que aún siendo interesantes, no significaron mucho en el curso. El barco hundido fue realmente espléndido, con 14 años de antiguedad, el barco aún no está en un estado de demasiado deterioro, por lo cual brilla lo suficiente como para atraer más peces que lo normal. Da también la posibilidad de bucear a través de distintas secciones del barco, recámaras, mastiles, etc. Bucear de noche fue algo surreal: el momento de apagar la linterna y disfrutar de la oscuridad absoluta bajo el mar, o el tener que alejarme del instructor por unos 10 metros, y volver hacia el punto original sin poder ver nada, fueron inolvidables. Y por último, el de perfeccionamento de la flotabilidad, con innumerables juegos y acitivades submarinas que sirven enormemente para mejorar la calidad del buceo, y de tomar mucha más noción de los movimientos generados al inhalar y exhalar. La inmersión incluyó  bucear a través de un aro en distintas modalidades, tumbar pesas con el regulador, hacer flexiones de brazos moviendo el cuerpo sólo con la respiración, y hasta hacer trucos bajo el agua. En definitiva, totalmente feliz de haber hecho el curso aquí.

El último día decidimos hacer el tour de snorkel, que te lleva a distintos spots alredor de ambas islas, la pequeña y la grande. Con bastantes quejas por el primer lugar del recorrido, finalmente terminamos bastante contentos: vimos tiburones en el Shark Point, tortugas en el Turtle Point, saltamos desde el faro a unos 6mts de altura para luego nadar a través y por debajo de rocas, y en Romantic Beach, si bien no hicimos nada romántico, vimos tiburones de 2metros, y escuelas de peces. DI VI NO.

Y bueno, así pasaron los días en Perhentians. Vida algo tranquila, nada de locuras ni excesos, buena gente y mejores vibras. Luego tocó la despedida, sin llantos ni siquiera sollozos, fue otro salto el que me subió al bote que me dejaría en Kuala Besut. De ahí colectivo a Kota Bahru, donde compartimos habitación por última vez con Sean, para despedirnos y prometernos cruzarnos alguna otra vez en algún lugar del mundo.

Mis dos frases de despedida de cabecera son actualmente:

1- See you somewhere in the world.
2- Bla bla bla.

Siendo muy malo para las despedidas, y nunca diciendo lo que pienso en decir, estas frases acabaron siendo graciosos y condensados modos de decir adiós a otros viajeros.







INFORMACION UTIL:

. Desde Penang, conviene comprar un pack en agencias de viaje, cuesta más barato que hacerlo individualmente. Yo pagué 115RM por bus + bote. Si lo hacía por separado, me costaba alrededor de 130RM. Las agencias más baratas las encontré en Komtar, el mall-complejo ubicado a unos 15 minutos de caminata del casco histórico. El bus sale por la tarde noche, y llega a la madrugada a KBesut, teniendo aproximadamente una hora de espera. La terminal esta a unos pocos minutos de caminata del puerto. Hay lugar para comer que abre luego de que llegan los buses.

. El bote de Kuala Besut a Perhentians cuesta 70RM ida y vuelta -no perder el ticket de vuelta, sino a pagar nuevamente-. Tiene 3 horarios: 7am, 9am y uno más que  no recuerdo, creo a las 12, no estoy seguro. Tarda una media hora aproximadamente.

. No hay ATM en la isla; sólo algunos mercados o alojamientos que te dan plata con tu tarjeta de crédito, pero generalmente con intereses rondando el 10%. De más está decir que conviene llevar plata. Yo terminé pagando el curso de buceo con tarjeta, con 3% de interés.

. Conviene pedir al barco que te deje en Coral Bay, asi te ahorrás 2RM que te cobran en Long Beach por llevarte del barco a la orilla (el muelle en esta playa no está habilitado y la única manera de llegar a la costa es por medio de unos long boats que de acercan).

. Buceo. Para hacer fundive, conviene Spicey Divers. Los instructores son medio vagos y no señalan muchas cosas abajo del agua, y son un tanto desorganizados -no hasta el punto de temer por la seguridad del buceo-. Pero cuesta unos 5 dlrs más barato que el resto, especialmente los destinos más lejanos (Pinnacle y Sugar Wreck), que en otras compañias son más caros pero en esta mantienen el precio.
Para hacer algún curso, no puedo más que recomendar Panorama, donde yo hice el Advanced. Me costó unos 920 NZD por el curso y dos noches en el dorm con AC.

. Al no tener electricidad, los precios son un poco más elevados que en otras partes de Malasia. Los platos no bajan de los 7 u 8 Ringgit. Para llenarme, tenía que gastar siempre al menos unos 9RM. Una latita de cerveza está 7RM si se la compra a un señor con heladerita en la playa. Sino, un poco más caras en los bares. 25RM por una petaca de Vodka o Ron, o 20RM por un licor malayo de menor graduacion alcoholica llamado Monkey Juice. A eso sumarle unos 3 o 4 RM por el mixer, jugo o gaseosa.

. Los tours de snorkel son más  baratos en Coral Bay que en Long beach, 30RM contra 45 o 50!

. Snorkel. Para hacer por cuenta propia: en coral bay, pasando el puerto, atravesando un hotel de buena calidad, está Golden bay/beach, linda playa con sombra desde donde se puede comenzar el snorkel, y donde se pueden ver peces y corales de altísima calidad. También junto al puerto de Long Beach se puede disfrutar de la fauna marina, pero no de la misma manera que en el lugar anterior.

. Alojamiento: desde Symphony a 35 la habitación doble -cabañitas frente al mar bastante rústicas-, hasta hoteles caros, hay un promedio de 60ringgit por una habitación para 2. En Bintang View pagamos 60 por noche, en Mohsin pagué 30 por un dorm con aire acondicionado y AC. Tropicana INN también tiene dorm, a 20RM, pero es medio medio -con WIFI-. EL más recomendable, en donde no pude encontrar cama, es Sunrise, donde por 20RM se consigue cama en un dorm aceptable, con buena vista.
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Penang, la Perla de Oriente.

Penang, la perla de Oriente. Así la llaman, aún no sabía el porque mientras viajaba en el avión hacia ella, esa isla en el noroeste malayo. Lo poco que sabía de este nuevo destino era la riqueza de su gastronomía, razón más que suficiente para ir a cualquier lugar. Pero lamentablemente, mi arribo a este paraíso gustativo estaba teñido por un gran temor, que me podría hacer abandonarlo sin dudarlo un ápice: estando a dos días de la final Argentina-Alemania, sólo permanecería en Penang si encontraba al menos a un argentino más. Me propuse en el avión irme de allí si en un día no lograba mi cometido, pocas eran las ganas de soportar la adversidad y los nervios del partido yo sólo, rodeado de alemanes. Y me tomó afortunadamente apenas unas horas el encontrar a Vero, mi única compatriota en aquel emotivo y  tristísimo día.





El trámite de entrada a Malasia fue, una vez más, algo simplísimo. Portando la camiseta argentina, fui objeto de muchos saludos, felicitaciones, y buenos augurios. También de tímidas sonrisas mientras alguno que otro me confesaba hinchar por los teutones. Aún esto no me molestaba; ya luego de la derrota, o incluso en la noche del partido, no soportaba ver a gente que nada tenía que ver con Alemania usar esa asquerosa camiseta blanca. La inestabilidad emocional de la jornada me hizo suma y estúpidamente vulnerable, y cualquier cosa que en otro momento apenas me hubiera inquietado, era ahora razón suficiente para hacer surgir mi enojo, furia irrefrenable, y gritos en español preguntandoles "¿qué mierda hacés con esa camiseta bobo?", o simil. Motivo de risa para Vero y Sean, nuestro agregado internacional, un canadiense con quien continué viajando hasta la frontera con Tailandia. El sonreía y se consideraba afortunado por haber encontrado a alguien que fuera tan pasional con un deporte, asegurando permanecer con nosotros durante el domingo mundialista. Finalmente se durmió todo el partido.

French canadians, if there´s no maple syrup in it, it´s just not worth the while.

Pero volviendo atrás. El viaje del aeropuerto al sector céntrico fue bastante fácil. Se trató de salir por la puerta principal, caminar unos metros a la izquierda hasta la parada de bus público, rechazar incontables ofertas de taxis que a la vez me aseguraban que el colectivo ya no pasaría, y esperar por unos 40 minutos hasta que el indicado llegara.  Cualquiera que fuera a Little India o Love Lane -palabras que le repetía  a cada chofer de colectivo que se frenaba en la parata- me venía bien.





Ya con información de los hostels que parecían BBB (bueno, bonito y barato, parte de la jerga backpacker), inicié la caza. Cada arribo a un nuevo destino implica siempre el constante y a veces interminable ida y vuelta, a veces por horas, a veces por minutos, en busqueda de ese hostel que cumpla con los requisitos personales de cada uno. Que no sea muy caro, pero que tenga buena onda; que esté bien ubicado, pero no tanto como para aumentar los precios sólo por esa razón. En Penang tuve la suerte de que luego de ver sólo un hostel, me crucé con una Suiza que había conocido en Melaka, y junto a ella, Vero, la argentina. Inmediatamente nos saludamos, ambos inmensamente felices de encontrar un hombro argentino en el que poder reposar las alegrías o penas del partido por venir. ¡Ya me podía quedar en la isla! Luego de largos minutos de charla, y con el dorm de su hostel lleno, Vero me indicó a donde ir si no quería seguir buscando: 75 Travelers Lodge, BBB. Ya eran alrededor de las 10pm y mis ganas de seguir buscando eran escasas, luego de dormir la noche anterior en un tren a Jakarta y pasar el día entero en un aeropuerto. El hostel le hizo honor a las tres B, suficiente para quedarme dos noches.

Hoy, a ya unas semanas de haberme ido de Penang, la verdad recuerdo poco de lo que hice en las 48 horas previas al partido. Una especie de nebulosa se esparce sobre mi memoria. Me acuerdo de unos riquísimos platos de comida india, samosas en el barrio hindú, tres latitas de cerveza por dies ringgit a unas cuadras del hostel, y caminar por el casco histórico de la ciudad. Ahora bien, como llené el tiempo de actividades hasta las 3 am del lunes, no lo se. Hubo, como dije, mucha comida, pero sobre todo, muchos nervios. Quería que el tiempo pasara veloz para que llegara la hora, pero a la vez, sabía que estaba cerca del final; las placas de crónica se venían a mi mente, cuando cada vez luego del último partido del mundial, cuentan los días restantes para el comienzo del próximo. Fui un manojo de nervios durante ese fin de semana, la gente me lo decía, y yo lo percibía. Creo que el no tener contención de más argentinos que una bastante fubtolera compañera me hacían sentir sólo, aislado. Nadie parecía inmutarse por lo que estaba por venir, o más bien, nadie parecía tener noción de la importancia de lo que se avecinaba, la proximidad de tamaño evento. Cada alemán con el que hablaba, apenas movido por lo que sucedía, me hacía dar cuenta de que no sentimos el fútbol de la misma manera. No quiero generalizar al punto de decir que ningún alemán siente como cualquier argentino, sino simplemente recalcar que ninguno de los muchos con los que hablé en esos últimos días se sentía especialmente emocionado. La insoportable levedad del ser. Será que ya se creían victoriosos, nunca lo sabré. (El shuffle del reproductor de música me arroja a Rafaela Carrá y su "Para hacer bien el amor hay que venir al sur". Sin dar explicaciones de porque tengo eso en mi computadora, pretendo sólo comentar que Rafaela está poéticamente de acuerdo conmigo: las emociones fuertes, entre las que encontramos al fútbol, el sexo y el amor, se sienten mejor en el sur, abajo de Alemania, bien abajo y a la izquierda)





Pasó la noche del viernes, pasó el sábado, llegó el lunes a las 3am. Con el mismo horario pero distinto día, como en la letra de "Viernes 3am" de Charly, me quise pegar un tiro. No me explayaré mucho en este tópico, ya escribí el artículo "Maldito Papelito" para explicar lo que sentí en esas duras horas. Después de poner a dormir las emociones, y con una clara resaca post partido -no se cuantas cervezas habré tomado para mitigar los nervios del partido-, decidí irme de Penang. En cada rincón, al doblar cada esquina, me cruzaba algún alemán de los muchos que habían en el bar poniendo esa cara de lástima que tanto me ponían. Y no lo soportaba sinceramente. La ciudad me traía malos recuerdos... me tenía que ir, precisaba una limpieza energética. Acordé con Sean el canadiense en comprar pasaje a Perhentians para el día siguiente.

En mi último en día en la Perla de Oriente, me aseguré de seguir comiendo rico, y de hacer lo que las guías más recomendaban hacer: el "street art walk". Penang es una ciudad muy cultural, muy artística, algo que pude ver aún en el poco tiempo que le dediqué. En las calles, caminando, se pueden ver innumerables intervenciones artísticas, mayormente graffitis que se "comunican" con el entorno arquitectónico, para producir pequeñas y bellísimas obras de arte. Me tomó mas de 3 horas de caminata junto a Diego el mejicano el poder ver el arte callejero del sector histórico, algo a no perderse realmente.

Con el diario del lunes, metafóricamente hablando claro, me doy cuenta que me tendría que haber quedado más tiempo en esta bella isla, me quedó ver el parque nacional, las playas, los templos. Sin embargo, con los recuerdos mundialistas aún a flor de piel, no puedo olvidar lo mucho que necesitaba cambiar de aire. Y bien que hice, acabé yendo a un pequeño paraíso, Perhentians Islands.



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