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De que hablo cuando escribo de escribir


Objetivar es dar sustancia a las ideas, brujula al mundo de pensamientos, papel a las palabras que, efímeras y volatiles, nos tormentan. Es contener, enjaular a la bestia pensante en que un viajero se convierte; encauzar el río de emociones y sensaciones que genera el descubrir; domar lo rebelde de nuestro ser. 

Por eso escribo cuando viajo.

Porque cada relato hace sincronía de la esquiva diacronia que es la vida; supone un corte transversal a la incomensurable vastedad de mi mundo; abre la tangente de la memoria plasmada. 

Escribo porque cicatrizo, aunque sea levemente, las heridas infligidas por viajar sabiendo que algún día voy a olvidar. Escribo por su absoluto poder analgesico, porque acalla los dolorosos gritos de lo irrepetible.

Escribo, finalmente, porque me permite parafrasear larga y elípticamente esto que se ha vuelto una constante: la irrefrenable verborragia emocional del viajar que tanto cuesta canalizar.



"[...] It occurred to me that the act of writing had led me through a swirl of memories that might otherwise have ended in paralysis or worse. By telling stories, you obectify your own experience. You separate it from yourself. You pin down certain truths. You make up others. You start sometimes with an incident that truly happened, and you carry it forward by inventing incidents that did not in fact occur but that nonetheless help to clarify and explain."
Tim O´Brien - The things they carried 

Texto inspirado en dicha cita y redactado sin editar en la ruta desde el Río Subterráneo hacia El Nido, Filipinas. 

el Arte del Volar

En este preciso instante no estoy completamente seguro de mi ubicación espacial o temporal; tampoco se la velocidad o altura exacta a la que me estoy desplazando; no conozco los nombres ni procedencias de las decenas y decenas de personas que me rodean; todos somos seres anónimos, para expresarlo poéticamente.

Aunque ahora que lo pienso debo retractarme, algo se de mi paradero: asiento 43A, vuelo PR731 de Philippine Airlines, dirección Bangkok a Manila, capital de Filipinas.

Comencé a escribir con intenciones de expresar lo asombroso y aún inexplicable que me resulta volar en avión, y acabé describiendo la no presencia que siento en este momento. Ambos son, al cabo, reflejos de lo mismo: nociones y sensaciones que me genera la experiencia de volar.

Desde temprana edad tuve el placer de poder subirme a un avión, yendo a distintos países de Europa y América con mi familia. Viajé, también, sólo y siendo muy pequeño: viajaba de Cutral Co a Rincón de los Sauces -pequeños pueblos de Neuquen- a visitar a mi papá, que trabajaba en áridos y recónditos parajes de la amplia Patagonia. Acompañado de trabajadores de YPF, era siempre el único niño, que curiosamente no demostraba ningún temor al volar.

Del mismo modo que por aquellos años me erguía sobre el asiento y miraba hacia abajo, admirando la dura y resquebrajada tierra patagónica, hoy me encuentro observando sombras de diversas formas y tamaños sobre el Mar de Tailandia. Las nubes, iguales aquí y allá, son lo único que altera la vastedad del agua. Aún subido a este monstruo alado, hoy un Airbus 330, me siento diminuto, efímero.

Esa sensación de pequeñez no es más que la culminación de lo que se empieza a generar en los momentos posteriores al despegue. Lo real, el mundo tangible del día a día, se vuelve paulatinamente algo más abstracto. La Tierra se vuelve arte: casas, campos de cultivo, ríos, lagos, son ahora parches con texturas y colores que diseñan bellos cuadros, cuyo marco es la ovalada ventana del avión. A veces impresionista, a veces abstracto, a veces cubista, así se siente el "arte volador", o "arte alado" o "arte volátil" (¡no me puedo decidir por un nombre!). Una pintura fija, estática, eterna y casi imperturbable; sólo el sutil desplazamiento de las delgadas nubes cercanas devuelve la realidad. O bien le otorga movimiento al cuadro.

Que curioso, pienso, llegar a sentir esta paz, esta omnipresencia de lo estético, mientras me encuentro subido en una potente máquina que debo confesar nunca logré entender cómo funciona. La teoría la se, pero la práctica no parece adecuarse a mi estrecha lógica abstracta: que toneladas y toneladas de metal y personas no pueden simple y libremente desplazarse por el aire tan gracilmente.

Será entonces que la misma magia que nos hace volar, es la que hace arte de algo tan mundano como lo que vemos día a día, cuando tenemos los pies posados en la Tierra.

"Soy piloto de juguetes, entre nubes voy [...] Cruza el valle, suenas frágil, como yo."

Una vez más el iTunes me sorprende y me elige "Planeador" de Soda Stereo. O será quizás que aquí, entre el arte y las nubes, estoy un poquito más cerca de Cerati.




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Forest Monastery Wat Tham Wua, aprendiendo sobre Budismo y Meditación

Voy a ser completamente sincero: antes de ir a este monasterio nunca antes había meditado. Sólo había tenido cierta idea de hacerlo, meses antes de irme de Argentina, junto con deseos de comenzar con homeoterapia y otras prácticas un poco más lejanas del típico vivir occidental. Por cuestiones de estudio y trabajo opté por posponerlo indefinidamente. Nunca pensé que iban a ser Manu y Pancho quienes me convencieran de acompañarlos a este retiro de meditación Vipassana.

Wat Tam Wua es un monasterio budista perdido en las montañas del noroeste tailandés. A una media hora de Mae Hong Son, a casi tres de Pai y unas cuantas más de Chiang Mai, es un lugar muy conocido entre los locales, que cotidianamente se acercan en busca de palabras del "Abbot" (otra palabra que no recuerdo en español... es el monje de mayor importancia dentro del recinto), o para permanecer allí por unos días. Está presidido por Ajahn Luangt, que junto a 7 otros monjes, son los encargados de organizar el lugar -junto a los voluntarios y los visitantes como yo- y proveer enseñanzas de Budismo y meditación Vipassanna. Porque de eso se trató este retiro: inmiscuirse de lleno en la cultura budista, en sus reglas y costumbres, sus tradiciones y sus vicisitudes, y también en aprender sobre meditación, pilar fundamental de esta religión-modo de vida.





Todo empezó con la van que salía de Pai en dirección a Mae Hong Son. Luego de unas horas de viaje, el chofer detiene el vehículo y nos avisa que habíamos llegado a destino. Un enorme cartel de madera al costado de la ruta indica que hemos llegado a "Forest Monastery Wat Tham Wua", y que nos restan 1.3km de caminata hasta llegar al templo. Nos calzamos las mochilas al hombro, y galletitas y garrapiñadas de por medio, nos encaminamos al ascetismo. Llegamos aproximadamente a las 10.30 am, horario en que, ya nos enteraríamos, la estricta agenda indica que es tiempo de meditar. Asi fue que en el templo principal encontramos a unas veinte o treinta personas vestidas de blanco, sentados con las piernas cruzadas sobre unos almohadoncitos en el suelo. Detrás de ellos, al fondo, una tarima en la que se ubicaba un gran buda dorado, con un altar con fotos enmarcadas, y a la derecha, los monjes meditando. Silencio absoluto, sólo la naturaleza se hace oir, y nosotros sin saber qué hacer. Rápidamente se nos acerca una voluntaria y nos empieza a hablar en buen inglés; nos da la bienvenida e invita a sentarnos y registrarnos en un cuaderno de visitantes. Nos muestra un cartel donde se leen los horarios de las distintas actividades diarias, y ante el comentario de que venimos por tres días y que no tenemos experiencia en esto, nos acerca unas carpetas con explicaciones de todo tipo. La carpeta es una especie de cursillo de iniciación en el modus operandi del lugar: qué hacer y qué no hacer, que reglas de respeto se deben seguir, como comportarse en el monasterio, como tratar con los monjes y en presencia de Buda, horarios de meditación, recreación y almuerzo, etc.

Unos minutos después, apenas leídas unas pocas páginas, un monje comienza a hablar a través de un micrófono y momentos después, la meditación termina. Nos informan que es el horario del almuerzo. Asi fue que almorzamos junto al resto de la gente, para luego ir a aposentarnos en el enorme Kuti donde dormiríamos las siguientes tres noches, en colchones de apenas unos dos o tres centímetros posados sobre el suelo de madera, y con una pequeña y rígida almohada. Los días de budismo, meditación y ascetismo comenzaban. No más abundante comida, cerveza, shakes, WIFI o recorrer lugares. Ahora era cada uno consigo mismo, en un entorno que bien podría ser visitado como un lugar turístico: montañas, un río, lagunas con peces, cuevas, verdes pastizales y enormes árboles selváticos.

La agenda diaria es estricta y se repite día a día, que ya para el tercer día se tornaba levemente tedioso. No logro imaginar una vida entera vivida de este modo; pero los monjes, creo yo, no deben poder imaginar una vida entera a mi modo, nuestro modo. Cinco a seis horas diarias de meditación grupal, repartidas en tres "sesiones" de casi dos horas cada una, más una hora y media de meditación individual a la madrugada, y dos horas más por la noche. En cada sesión grupal, un monje explicará en inglés y tailandés sobre la disciplina del budismo, y sobre técnicas o recomendaciones para la meditación. El primer día uno se siente perdido, sin saber qué hacer, simplemente copiando lo que hacían los experimentados; ya después, por lo repetitivo de las actividades, todo se vuelve natural. En las meditaciones diurnas, las dos primeras, se comienza con unos minutos de escuchar al monje, seguido de los tres tipos de meditación, en este orden: caminando, sentado y acostado. La primera es la menos complicada: a paso lento, todos en hilera recorriendo los parques del templo, caminamos y debemos concentrarnos en nuestros pasos, en cada parte del cuerpo que se mueve al dar cada paso; cuando pisamos con el pie derecho pensamos en "Bud", con el pie izquierdo es "Dho". Del mismo modo, cuando se medita acostado o sentado, al inhalar se piensa en "Bud", al exhalar en "Dho". Estas sílabas no se oralizan, no se dicen hacia afuera, se las "piensa", mientras a la vez nos concentramos en la respiración. Se supone que con el tiempo, con la experiencia, uno debe lograr focalizarse en eso y nada más; el punzante dolor en las rodillas por estar más de media hora sentado, las ideas que nos vienen a la mente, se deben erradicar. Como si fueramos arañas en una telaraña, cada vez que nuestra mente se va hacia otro lugar, como cuando la araña va en busqueda de una mosca que cayó presa en la red, debemos volver al centro de ella, a nuestro cuerpo, a nuestra respiración.

La meditación requiere de mucha tenacidad, concentració y claridad. No es fácil no pensar en... algo; no es simple dejar la mente en blanco. Son pocos los momentos de concentración pura que he tenido; pero aún así, siento que el estar en un entorno tan tranquilo y armonioso, y estar horas y horas pensando en mi cuerpo, en mi respiración, en mi, han hecho un buen trabajo sobre mi persona. Difícil cuantificarlo u objetivarlo, pero la tranquilidad emocional que se logra es indudable.

Más allá de la dureza de las extensas horas de meditación, la agenda sigue siendo muy rígida. Desayuno a las 7am, arroz y verduras. Almuerzo a las 11am, sabroso y abundante, con arroz, verduras de todo tipo, noodles, currys, y frutas. Todo vegetariano, la carne esta terminantemente prohibida. De 12 del mediodía a las 7 de la mañana de la jornada siguiente, no se debe ingerir ningún tipo de alimento; sólo se permite agua, te o café. O sea que básicamente uno se pasa la mitad del día con hambre. De cualquier manera, el haber estado sólo tres días en este tipo de dieta hace que mi cuerpo no se haya llegado a acostumbrar; se por gente que hizo esto por diez o más días, que el organismo eventualmente se acondiciona a esta ascética vida.

Luego de la meditación, luego de comer, o pensar en no comer, quedan horas de libertad para pasear, conocer el lugar, leer uno de los tantos libros que posee la biblioteca del templo. Eso si, de 15 a 16hs se supone que uno debe ayudar en las tareas de la "casa"; sin nadie que obligue, sin ningún monje que mire mal o apunte dedos, todos elegimos alguna tarea a realizar. Normalmente la gente toma una escoba y barre el templo, los pasillos del mini barrio del monasterio, lava platos u ollas, etc. Manu, Pancho y yo nos hicimos cargo de la alimentación de los peces en las dos lagunas que tiene el recinto. Esto incluía cortar frutas y verduras y luego alimentar con esto a los peces.

El templo está abierto los 365 días del año, y es de entrada libre y gratuita; uno opta por donar lo que quiere, desde nada hasta toda la plata que se quiera, o comida. No piden nada cuando entras, no piden nada cuando salís; te reciben con una sonrisa de oreja a oreja, y te despiden con elogios, cordiales saludos, y la misma sonrisa del principio. No hay que avisar antes de llegar ni tampoco hay que llevar nada. Simplemente se arriva con deseos de conocer y aprender, de encontrar lo que uno busca. Mientras se está aquí se debe usar ropa blanca, que es otorgada por los voluntarios del lugar. Como se ve, es un lugar muy libre, abierto a todo aquel que se quiera acercar. No preguntan sobre la religión de uno, y no intentan imponer nada; promueven incluso la coexistencia del budismo, más práctica de vida que otra cosa, junto a cualquier otra religión. Por otra parte, diferente a otros retiros en monasterios budistas, aquí no es obligatorio permanecer un mínimo de días, ni se debe guardar silencio absoluto; recomiendan asistir por al menos durante tres jornadas, e intentar no hablar mucho, ni ser ruidoso, y no usar aparatos tecnológicos. Si se quiere permanecer en absoluto silencio, uno puede colocarse una credencial de "Silent but happy", y los compañeros sabrán que uno quiere estar sólo, tranquilo, y feliz. Como todo, esta en cada uno ver cuan estricto se quiere ser.

La gente dentro del monasterio eran de todo tipo; en su mayoría occidentales, con algun que otro local. Sólo un día, un domingo, vino un enorme contingente de Mae Hong Son a meditar y buscar consejo de los monjes. Pero el resto de los días, eramos estos tres latinos, cuatro rusos, muchos ingleses, un francés, un yanqui, una canadiense. Algunos hablaban todo el tiempo y parecían no querer estar ahí; otros estaban en completo silencio y comen alejados del resto; un inglés tenía siempre el cartel de "Silent but happy" pero hablaba y gritaba de cualquier modo; algunos lograban meditar largo y tendido, sin interrupción; otros, como yo, estaban recién empezando e intentaban descubrir día a día de qué trataba todo esto.

El templo, así, me pareció un lugar casi mágico que enseña cosas que no se aprenden en ningún otro lugar que haya conocido hasta este momento. Recuerdo momentos allí y se me dibuja una tímida sonrisa; recuerdo el sonreir y las palabras de Ajahn Luangt, y casi me tiento de risa; recuerdo la imagen de Manu y Pancho, vestidos de blanco, enmarcados por las montañas, caminando hacia el horizonte y vestidos de blanco, y me sale una carcajada.

Aún hoy intento tener algún que otro momento de meditación, algo muy difícil compartiendo habitación con más gente y moviendose todo el tiempo. Tengo todavía el collar de Buda y la pulsera que me dio y bendijo el Abbott antes de mi partida. Y tengo todavía ganas de volver a hacer esto, quizás en Myanmar, Laos, o sino, quien sabe, ¡será en Argentina!


INFORMACION UTIL:

. Desde Pai, la mini van cuesta 150 baht, el ticket se saca en la terminal. Sólo una empresa hace el recorrido. Se debe ir en dirección a Mae Hong Son, y conviene avisarle a la cajera y al conductor que uno quiere ir a Wat Tham Wua. Es un lugar muy conocido en la zona, asi que probablemente lo conozcan.

. Para volver, basta hablar con alguna de las voluntarias del lugar, que te ayudan en llamar a las vans o combis locales para que te recogan y te lleven a destino. Nosotros fuimos a Mae Hong Son, nos costó 70 bahts y nos pasaron a buscar por el templo.
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Pai y Chiang Mai: la Linda y la Fea

Chiang Mai

A quien sigue el sector de calendario del blog, verá que antes de llegar a Chiang Mai, dormí antes en un bote, en Koh Tao y en Bangkok. Había quedado en encontrarme con alguien en Koh Tao en unas semanas, razón suficiente para que cambiara mis planes y me fuera de ahí con Manu y Pancho, para ir al norte tailandés. El encuentro fue fallido, asi que perdiendo algo de tiempo y plata, terminé recorriendo bastante de Tailandia. Finalmente, llegué a dormir diez noches seguidas en diez camas distintas, algo que terminó agotandome bastante, teniendo en cuenta que tres de esos pernoctes fueron en medios de transporte.

Ahí en medio de esa travesia fue que llegué a Chiang Mai, donde dormí en total dos noches, repartidas en dos etapas: antes de ir a Pai, y antes de volver hacia el sur.

Guías y personas recomiendan esta ciudad, la segunda más grande de esta nación. Una vez más, mis gustos parecen no ser los de mucha gente. Chiang Mai me pareció una ciudad sin sabor, con poca identidad. Aún con más de 300 templos, de los cuales muchisimos son de fácil acceso en el sector céntrico, esta ciudad no tiene mucho más para ofrecer en mi opinión. Se puede hacer cursos de cocina, se puede ver Muay Thai, se pueden ver templos, se puede ir al mercado, pero son todas actividades que se pueden hacer en lugares muy lindos. Caminar por ella no es placentero, no genera nada. Por otra parte, la enorme oferta de prostitución, algo presente en muchas ciudades  pero aqui es donde más lo noté, me generaba cierta desidia hacia el lugar. Una gran cantidad de bares tienen mujeres y ladyboys en la entrada que te llaman e intenta hacerte consumir lo que tengas ganas de consumir.

Lo más relevante e interesante de mis noches aquí fue el Blues Boy Bar, en medio del Bazar en el sector de mas movimiento nocturno, en un primer piso. Una muy buena banda, liderada por un carismático guitarrista y cantante, cuyo rostro recuerda a Cantinflas y Santana, con el pelo del Pibe Valderrama. De allí se puede ir a comer comida típica al mercado, ver Muay Thai para turistas, o comprar la misma ropa que se consigue en toda Tailandia.



Pai

Si se quiere ver un pueblo con más identidad, no tan pervertido como Chiang Mai, más amigable, genuino, barato, y entretenido, ir a Pai.

Este recorrido de Chiang Mai-Pai es conocido por sus 762 curvas en sus 245km. Unas tres curvas por kilómetro, nada mal, ¿No?

Aún siendo un destino muy turístico, posee rasgos de un antiguo asentamiento local. Con algunos templos en medio del pueblo y con cascadas y caminatas cerca, también ofrece un variado mercado nocturno, bares con buena vibra y buena música, y basicamente buena energía. Acá dan ganas de quedarse más tiempo.

Durante el día, se puede salir a caminar, tomar unos baratos shakes a 20 baht, comer en sus innumerables restaurantes de comida local, darse un masaje en precios no vistos en el resto de Tailandia, o también simplemente relajarse en el alojamiento de turno.

Con Manu y Pancho, con quienes viajé unas dos semanas, hicimos unas cuantas cosas interesantes.

Visitamos "Lod Cave", una de las cuevas más grandes de Tailandia, y un lugar más que recomendable para visitar. Tuvimos la mala fortuna de que la copiosa lluvia de días atrás aumentó mucho el caudal de agua, impidiendo contratar botes para visitar la cueva en toda su longitud. Así, terminamos conociendo sólo la tercera parte de ella. Aún así nos encantó el lugar.

Hicimos un curso de cocina, que en relación precio calidad, y por lo bien que la pasamos, es de las mejores cosas que he hecho en este país. Entre 9.30 y 13.30, nos encargamos de maltratar a nuestros estómagos, primero con un desayuno y luego con cuatro platos cocinados por cada uno. Yo elegí aprender a cocinar el paenang curry, papaya salad, tom yum kang soup, y stir fried ginger chicken. Quedó todo de re chupete. Y con lo que cocinaron los chicos, terminamos dandonos una panzada de comida.

Pai fue además una parada obligada para llegar a lo que terminó siendo una de las experiencias más enriquecedoras y a la vez difíciles que he tenido en este viaje: el Monasterio Wat Tham Wua.







INFORMACION UTIL:

. La mini van de Chiang Mai a Pai cuesta 150 Baht. Son 3 o 4 hrs.

. De Pai a Mae Hong Son, 150 baht. Otras 3 o 4 hrs.

. El curso de cocina lo hice en "Savoei, a taste of Pai" a 600 baht. Incluye desayuno, 1 shake, todos los ingredientes, el libro de recetas, y se puede comer todo lo que se cocina.

. La visita a Lod Cave cuesta 600 baht, incluyendo transporte, almuerzo, entrada a la cueva, y visita a una cascada y un viewpoint. Ya en la cueva conviene pagar el Bamboo Rafting, a un costo de 400 baht por tres personas.
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Khao Sok, cual Forrest en la selva

Llegué a Khao Sok puramente por recomendación de Sean, mi amigo canadiense, en quien confiaba plenamente luego de haber viajado juntos por dos semanas. Poseemos gustos similares en cuanto a lugares a visitar y cosas a hacer. Nadie más me había nombrado este lugar, y es apenas mencionado por guías turísticas. Sabía que estaba yendo a un parque nacional, en el cual haría un trek de dos días en un lago caminando a través de la jungla. Y no mucho más. Recomendado nuevamente por Sean, había reservado habitación en Evergreen, que por avisarle antes se ofrecía a recogerme en la terminal, que estaba a unos km del hospedaje.

Asi que luego del bote Phi Phi-Krabi y la mini van Krabi-Khao Sok, llegué a destino. Igual que como llegué, vivi y me fui: con una pesada lluvia monzónica, de gotas gruesas y verticales casi siempre, o cada tanto en pequeñas líneas de agua cayendo diagonalmente. Recordaba a cada momento las palabras de Forrest Gump describiendo la lluvia en Vietnam, cayendo de todos lados, en todas direcciones, hasta incluso de abajo hacia arriba. Pero claro, estaba en un rainforest de mas de 200 millones de años, y en época de lluvias. ¿Qué otra cosa se podía esperar?





Khao Sok es el pueblo y es también el nombre del parque. Pequeño, humilde, no tan preparado para el turismo: varios restaurantes, hospedajes y agencias de viajes, y no mucho más. Mucha naturaleza, mucho verde, mucha agua, poco turista. Sólo yo en el hostel, en una habitación para dos, ocupada por uno.

El primer, cuarto y último día los pasé mucho tiempo escribiendo, leyendo y viendo peliculas en el bungalow: el clima estaba intratable, salir era garantía de mojarse hasta los huesos, con la excepción de que saliera con el poncho cobertor. En 4 noches y 5 días que estuve, conté casi 10 horas que no llovió; el resto, lluvia en todas sus formas. Sólo pude ver el sol el día que decidí irme, desde la mini van al norte, con mi mano abierta en dirección al cielo que clareaba, entonando palabras de odio y furia hacia el clima, con la insana envidia de que quienes hicieran el tour ese día lo harían en perfectas condiciones.

Porque si, el tour de dos días en el Lago Cheow Larn, lo hice enteramente rodeado de agua. El comienzo fue la única etapa seca, hasta el momento en que a los quince minutos de subirme al bote que nos llevaría a las cabañas donde pasaríamos la noche, comenzó la lluvia que no quiso parar.





La agenda del recorrido fue primero una hora en long-tail boat hacia estos precarios bungalows construidos sobre el lago, para luego almorzar, y emprender una caminata de casi cuatro horas a través de la jungla, en la que pudimos ver plantas nativas pero nada de animales, culpa de ella la lluvia. Se accede también a una cueva con un caudal importante de agua, que llegaba a taparme en los sectores de mayor profundidad. Allí tuve la fortuna de conocer nuevos amigos tales como murciélagos y una pitón pequeña, que cuando la divisé a medio metro de mi cara no parecía tan tan niña. Luego se duerme en la cabañita personal, para al día siguiente ver unas cuevas más, trayecto en bote mediante, y luego volver al hogar. El tour debía ser un poco más movido, pero ciertas actividades no pudieron realizarse gracias a ella, la desgraciada.

Si bien me quejo por la lluvia, que no dejó salir a los animales y entorpeció partes del camino, debo admitir que hizo a las jornadas aún más originales y divertidas. Mientras la mayoría del contingente se recluía bajo techo, Roger el catalán y yo nos dedicabamos a nadar en el calmo lago, a saltar desde un parapeto de madera, o a navegar las aguas en kayak. Así pasamos horas divirtiendonos, impidiendo que la lluvia entorpeciera los 2500 baht que habíamos pagado. Dormir en el medio de la jungla, con ruidos de animales, y las gotas cayendo sobre el techo y el lago, fue también una experiencia muy gratificante.

Y así volví por dos días más al pueblo, esperando poder hacer recorrer yo mismo el parque nacional, pero no pudiendo por factores climáticos. No seguía con ganas de caminar embarrado y mojado, luego del tour. Asi que me dediqué a relajarme un poco, y estar conmigo mismo, para luego encaminarme a Surat Thani, y luego a la costa este.





INFORMACION UTIL:

. El tour costó 2500 baht, todos los hospedajes y agencias ofrecen el mismo servicio y mismo precio.

. Mini van de Khao Sok a Surat Thani, tomada desde una mini terminal, y no por agencia, costó 150baht y tomó unas 2 horas.

. El night boat de Surat Thani a Koh Tao costó 550 baht. Llegue alrededor de las 4 de la tarde al centro de la ciudad y compré el pasaje en el puerto. Ojo que la van te deja a unas cuadras del mar, y las agencias te quieren vender a 200 baht más el ticket, haciendote creer que estás lejos del puerto. Justo al lado, se encuentra un riquisimo mercado de comida.

. Hospedaje. Pagaba 300baht en evergreen house. Me comentaron de Jungle Huts, de ambiente backpacker, pero no se el precio.

. Comida. Comí casi siempre en Thai Green, un restaurente de buen precio y con una gran variedad de platos. Justo en frente se encuentra un restaurante cuyo nombre no recuerdo, pero que tiene unos currys muy ricos, un poco más caro.

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Koh Phi Phi, la isla más sobrevalorada de Tailandia

Es una frase polémica, lo se, y tal vez un tanto exagerada; pero quiero plantear un punto de vista alternativo al imperante, que es el de Phi Phi como una de las mejores islas-playas del sudeste asiático. Es el lugar a donde la mayoría te recomienda ir en Tailandia; hogar de Maya Beach, locación de la película "The beach" con Leo Di Caprio; es un destino que es nombrado como obligado tanto por la Lonely PLanet como por la gente que uno va conociendo. Es también una isla que, como me comentó un instructor de buceo, hace diez años no tenía ni cerca la infraestructura de ahora, y que aún luego del tsunami, se edificó con una increíble velocidad y vértigo.

Sin construcciones altas e invasivas como he visto en innumerables costas brasileñas, es de cualquier manera un lugar demasiado edificado para mi gusto. Pero aún peor, de alguna manera supo atraer con el tiempo a un tipo de turismo irrespetuoso -con el otro, y con el entorno- y ombliguista. Jóvenes borrachos haciendose tatuajes impulsivamente, haciendole gestos obscenos a las mujeres que ofrecen masajes, revoleando botellas de cerveza al mar, y haciendo el ridículo de múltiples maneras. Esto es el Phi Phi a donde se llega, y donde la mayoría se queda. La parte, digamos así, céntrica.





Claro que uno puede escapar de eso e ir a la Long Beach a relajarse durante la tarde, evitando la Party Beach, lugar que de noche se convierte en hogar pasajero de las hordas de gente que pueblan los bares con los clásicos shows de fuego y música tecno a todo volúmen. Y también uno puede hospedarse en lugares alejados del sector céntrico  para escapar de su vorágine.

Creo correcto y honesto, también, admitir que varias noches terminé tomando cervezas y buckets en la playa, y la pasé de lujo.

La vida phiphiana es muy particular. Los Tattoo shops, que de día están cerrados y/o vacíos, empiezan a vivir con el atardecer, y al pasar las horas van llenandose de beodos visitantes que en un impulso de estupidez deciden hacerse un tatuaje para recordar sus días de juventud en Tailandia. Divertidisimo era quedarse observando la secuencia entera de zigzagueantes individuos que se acercaba al negocio, hablaba con el tatuador, y al cabo de unos minutos ya estaban sentados en la camilla haciendose el tatuaje de turno. Los tatuadores, más negociantes que otra cosa -esto no quita que hagan trabajos de buena calidad-, se limitan a mostrar diseños pre armados o imagenes de google. Nada de hacer diseños propios y o sentarse a hablar sobre el tatuaje.

Los puestos de comida occidental están siempre mucho más llenos que los de comida local. De hecho es muy curioso que casi no existen puestos callejeros de comida, y son escasos los restaurantes de comida puramente tailandesa. Esto, nuevamente, habla bastante del tipo de turismo de esta isla.

Los conductores de diversos medios de transporte isleño, al no tener bocina, simplemente arrojan un "Pi Pi" -o será Phi Phi-, curiosa y graciosamente imitando el sonido de una bocina. Algunos incluso parecen gritarlo con furia.

Los gatos son los únicos habitantes de la isla que parecen no haber registrado cómo el paso del tiempo y el turismo han modificado a la isla: en grandes cantidades y siempre de la misma manera, se estiran languidamente sobre cualquiera sea la superficie que encuentren.





Si la noche tiene estas particularidades, la vida bajo el sol ofrece, como toda isla turística, un variopinto espectro de caminatas y ofertas acuáticas. El viewpoint, al que se accede luego de un recorrido de una media hora en total desde el "centro" y 20 baht de entrada, es simpático y recomendado para llenar el día con alguna actividad. Si toca día soleado, la vista debe ser mucho mejor de la que  me tocó a mi en un día parcialmente nublado.

Los tours de snorkel son lo más popular en el Phi Phi diurno, y nuevamente reflejan el tono de la isla. Poco para ver realmente en las inmersiones, pocos peces y mucho coral muerto; nada que no haya visto nadando en muchas otras playas. Esto sumado a que TODOS los destinos están hiperpoblados de gente, hace que la experiencia sea un tanto... agria, amarga, ácida, no se que gusto ponerle. Como nunca me había pasado en esta clásica actividad isleña, varias personas me chocaron mientras nadaba, me gritaron desde diversos botes para moverme de su camino para salir de alguna bahía.

Uno puede optar por el tour de medio día, el de día entero, o el que incluye la playa con plancton -el que elegí yo-. En todos se accede a la monkey beach, una minúscula playa repleta de monos cuasi-agresivos, que adoptan una violenta actitud para sacarle comida a los visitantes, algo esperable siendo que son ellos mismos los que durante años los habrán acostumbrado a alimentarse sólamente de lo que traen. Los monos se mueven por ramas, rocas y aún en el agua, en busqueda de constantes tentempies ofrecidos por la turba que desciende de los long tail boat que no paran de llegar. La viking cave que apenas se ve desde el bote, parece linda para entrar, pero observándola de lejos es apenas un hueco en la montaña. Y qué decir de Maya Beach, donde te cobran 100 baht de entrada únicamente por haber alojado a la pelicula "La Playa". Una muy agradable costa, con hermosa vista, con gente que como uno comienza a sacar fotos, y se apura porque el bote se va en una hora. Sin tanto turismo, sería un lugar idílico; hoy en día, un lugar al que casi no vale la pena visitar, si no fuera porque uno quiere ir porque dicen que se debe ir.

Finalmente el bote se va en dirección a lo que fue, diría, lo más rescatable de este tour: la playa con plancton. Pequeños animalitos (¿son animalitos?) que brillan con el movimiento, y en grandes cantidades. Al agitar manos y pies, se ve como si uno estuviera rodeado de pequeñas luciérnagas. Espléndido. Imprescindible tener máscara de snorkel para ver bajo el agua; imprescindible también hacerle entender al agresivo  y poco recomendable guía del bote, que no quería entregar los equipos de snorkel a la gente.

La interesante y muy movida y agitada vuelta fue ya de noche, con la gente aplaudiendo al llegar al puerto, contenta de haber llegado sin contratiempos.

Como última actividad de la isla, me decidí a hacer unos buceos. Con precios fijos en la isla, queda elegir el centro de buceo en base a la seriedad que tienen, o la calidad del equipo. Finalemten escogí al único en el que pude entrar y ver los chalecos y otros equipamientos. Fuimos a lo que se supone son de los mejores destinos, y la verdad si bien fueron entretenidos como toda inmersión, no fueron la gran cosa.

Y así me fui de la famosa Koh Phi Phi, con cierto gusto amargo, pero aún así habiendo pasado unos lindos días, acompañado por un grupo de Argentinos y luego por Loren, de Canadá.







INFORMACION UTIL:

. Un Fresh Mart, en una de las cuadras principales, vende las cervezas mas baratas de la isla, a alrededor de 50 Baht por cerveza grande.

. Oasis, la agencia de viajes, es la que parece tener los mejores precios en pasajes y tours. El de snorkel con la playa de plancton que elegí yo, que comienza a las 13.30 y finaliza a las 19.30 aprox, cuesta 400 baht.

. Dos inmersiones de buceo cuestan 2500 Baht, un precio no tan bueno.

. Para comer, más que recomendable "Only Noodles", en una callecita en pleno centro, a metros del Fresh Mart de las cervezas baratas. Hacen, como dice el nombre, sólo Noodles, y lo hacen a la perfección, de los mejores Pad Thai que he probado. Junto a este restaurante, que suele cerrar temprano, hay otro restaurante, llamado "E-San Ganeang", muy bueno para poder comer comida tailandesa durante la noche. Por último, en la calle-cortada que lleva hacia la Party Beach, recomendable comer en "PP Burguer" durante el día: riquisimos currys y ensaladas.

. Hospedaje. Dormí en dorm y habitación doble en "The Rock Backpackers", con buena vista y buena ubicación. Dorm a 200baht y habitación doble a 300Baht.

. Pasaje a Khao Sok, incluyendo bote + mini van: 650 baht.
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Ton Sai, another day in Paradise

Ton Sai tenía mucho en contra: llegué cansado, después de varios contratiempos y casi sin pegar un ojo, me tocó viajar en el bote rodeado de chinos ruidosos y molestos, y me restaba caminar un buen tramo a través de la bella pero más cara playa de Railey.

Apenas unos pasos en la costa de Railey Oeste bastaron para comenzar a sudar copiosamente, secandome constantemente con lo que ahora es mi herramienta namber uan en las caminatas mochileras en el caluroso sudeste asiático: el sarong-pareo que me compré en Bali, atado a la mochila de mano que con sólo estirarlo puedo secar mi transpiración.

Con gruesas gotas que iban cubriendo áreas cada vez más extensas de mi cada vez más delgado cuerpo (desde que me fui de Argentina bajé 6 kgs entre NZ y Sudeste, y pasé de usar el cinturón en el 2do agujero a casi el 5to!), me dirigí a Railey Este, desde donde sabía que se podría acceder a la esquiva Ton Sai. Pasando por resorts muy bonitos y algún que otro bar playero, llegué luego de unos minutos a la parte este. Pregunté a unas cuantas personas cómo llegar a mi destino, pero nadie parecía conocerlo ni saber como acceder. Finalmente dos mujeres locales, masajistas ellas, lograron indicarme en tailandés puro mezclado con señas, que debía esperar a que bajara la marea y recién ahí podría cruzar.






Asi fue que decidí tomarme un merecido desayuno en el que sería mi lugar de cabecera para almorzar y merendar, por su riquísima comida -su Massaman curry y su mango shake aún no han sido siquiera igualados en sabor- y su eficiente WIFI.

Llegada la hora recomendada por mis contactos locales, fui decidido a descubrir cuan temeroso sería el camino hacia la playa prometida. Son tres los caminos posibles: el primero, de dificultad fácil, es con marea casi completamente baja, y es apenas bordear la costa de playa a playa, y voilá, llegamos. El segundo, de dificultad más avanzada, consiste en subidas y bajadas, con barro, y con sogas que acompañan el camino para facilitar el trayecto, a sabiendas de que somos muchos los que nos queremos ahorrar el taxi-boat y vamos caminando. Este es el camino que opté por hacer, y luego de unos 15 minutos de pasos cortos y firmes, y ningún resbalón ni tropezón, llegué sano y salvo. El tercer y último camino es subiendo colina arriba, aún más complicado que el anterior.

Y finalmente estaba allí, en la playa que Jaci y Ceci me habían recomendado encarecidamente, Ton Sai. Y debo decir que le hizo honor a todo lo que me habían dicho; con un ambiente bohemio, con escaladores que llegan aquí a esta especie de meca de estos deportistas, y simples backpackers en busca de descanso de las hiper pobladas playas clásicas de Tailandia.







Rodeada de estos típicos macizos de "limestone" tailandeses -a 18 meses de estar viajando ya olvido algunas palabras... aunque esta no se siquiera si me la sabía cuando vivía en Argentina-, ofrece una vista alucinante, que se embellece aún más cuando cae el sol y la gente suspende momentáneamente sus actividades, sea escalar, nadar, kayak o pasear, para admirar el atardecer desde alguno de los bares, cerveza de por medio. El único aspecto malo de esta playa es que el sube y baja de la marea es muy fuerte, y en el momento extremo hay que caminar mas de cien metros a través de rocas y corales para llegar al agua.

En los días que pasé aquí, básicamente hice sociales, mucha lectura en la playa, y mucho caminar. No pude hacer el "Deep Solo Climbing", que  es escalar sin cuerdas ni equipo, sobre el mar, por lo cual cualquier caída se convierte en un salto al agua. No había suficiente gente así que me quedé con las ganas. Y debo admitir mi arrepentimiento de no haberme aventurado en alguna clase de escalada. Me contenté simplemente con otra actividad recomendad en el lugar: visitar la playa de _________, con su cueva y lugares de adoración al falo, y la laguna.

Esto último es una especie de trecking de dificultad considerable, ya que está siempre humedo, e incluye escalar con soga en subida y bajada. Pero la laguna lo vale; ya lo arduo del camino hace que muchos turistas elijan no ir, por lo cual tuve la suerte de estar sólo con los cuatro ingleses con los que había hecho la caminata.  Ubicada en una hondonada con forma de ojo, con paredes de roca que ascienden a casi 100 metros, y una profundidad de apenas medio metro, esta laguna resultó ser una bella gota de esperanza en el turismo tailandés: aún se puede acceder a bellísimos lugares y encontrarse sólo, disfrutando de la vista y el sonido únicamente de lo que te rodea.

Unas noches después debí obligarme a abandonar Ton Sai, dandome cuenta ahora si de que la remera que había visto en un negocio que leía "Tomorrow I´m leaving Ton Sai", tenía mucho de cierto. Un lugar idílico, para disfrutar lo que serían otras increíbles playas tailandesas hace años. Pero eso si, aún no encontré en este país costas que estén tan cercanamente rodeadas de estas inmensas paredes de roca.







INFORMACION UTIL:

. Comer en Mangrove, en Railey este, donde ya aún después de más de 40 días, nadie superó su Massaman curry, y sólo los shakes de Bangkok llegaron a equiparar su mango shake.

. Hospedaje. Dormí todas las noches en "___", por 166 Baht por noche, gracias a una ardua negociación. Cama doble con ventilador, más que aceptable. Sino, sobre la playa, o sino cerca del Base Camp -todo el mundo conoce este lugar-, se consigue más hospedaje.

. El Sunset Bar/Reggae bar, es el lugar perfecto para pasar la noche: slackline preparado tanto para  avanzados como para principiantes como yo, pool gratis de calidad pauperrima, y varios elementos para hacer malabares. La cerveza, eso si, estaba 70 baht por latita. Ahí se puede hacer la avidada de comprar en el kiosko de al lado, y básicamente hacerse el boludo y sentarse en el bar con la mejor cara de póker que tenga uno a disposición.

. La cerveza es cara aún en los mercados, al ser una playa de difícil acceso -ni en Tonsai ni en Railey se puede llegar en auto-. Cuesta mínimo unos 50baht la latita pequeña.

. Como en toda Tailandia, las agencias de viaje ofrecen packs para casi cualquier destino en el país, o incluso a Malasia o Singapur.


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